Ratoncito Pérez

Pepito Pérez era un pequeño ratoncito de ciudad. Vivía con su familia en un agujerito de la pared de un edificio.

El agujero no era muy grande pero era muy cómodo, y allí no le faltaba la comida.

Vivían junto a una pizzería, por las noches él y su padre iban a coger harina y todo lo que encontraban para comer.

Un día Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Y como ratón curioso que era trepó y trepó por las cañerías hasta llegar a la primera planta.

Allí vio un montón de aparatos, sillones, flores, cuadros…, parecía que alguien se iba a instalar allí.

Al día siguiente Pepito volvió a subir a ver que era todo aquello, y descubrió algo que le gusto muchísimo. En el piso de arriba habían puesto una clínica dental. A partir de entonces todos los días subía a mirar todo lo que hacían las doctoras Mª Jesús, Rocío,  y sus ayudantes Mirian y Sandra.

Miraba y aprendía, volvía a mirar y apuntaba todo lo que podía en una pequeña libreta de cartón. Después practicaba con su familia lo que sabía. A su madre le limpió muy bien los dientes, a su hermana le curó un dolor de muelas con un poquito de medicina…

Y así fue como el ratoncito Pérez  se fue haciendo famoso. Venían ratones de todas partes para que los curara. Ratones de campo con una bolsita llena de comida para él, ratones de ciudad con sombrero y bastón, ratones pequeños, grandes, gordos, flacos,…

Todos querían que el ratoncito Pérez les arreglara la boca. Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos con un problema más grande. No tenían dientes y querían comer turrón, nueces, almendras, y todo lo que no podían comer desde que eran jóvenes.

El ratoncito Pérez pensó y pensó como podía ayudar a estos ratones que confiaban en él y, como casi siempre que tenía una duda, subió a la clínica dental a mirar. Allí vio como la doctora Mª Jesús le ponía unos dientes estupendos a un anciano. Esos dientes no eran de persona, lo hacían en una fábrica para los dentistas. Pero esos dientes, eran enormes y no le servían a él para nada.

Entonces, cuando ya se iba a ir a su casa sin encontrar la solución, apareció en la clínica un niño con su mamá. El niño quería que la doctora le quitara un diente de leche para que le saliera rápido el diente nuevo fuerte y grande. La doctora se lo quitó y se lo dio de recuerdo.

El ratoncito Pérez encontró la solución:”Iré a la casa de esos niño y le compraré el diente”, pensó.

Lo siguió por toda la ciudad y cuando por fin llego a la casa, se encontró con un enorme gato y no pudo entrar. El ratoncito Pérez se esperó a que todos se durmieran y entonces entró en la habitación del niño. El niño se había dormido mirando su diente, y lo había puesto debajo de la almohada.

Al pobre ratoncito Pérez le costó mucho encontrar el diente, pero al fin  lo encontró y dejó al niño un bonito regalo.

A la mañana siguiente el niño vio el regalo y se puso contentísimo y se lo contó a todos sus amigos del colegio.

Y a partir de ese día, todos los niños dejan sus dientes de leche debajo de la almohada. Y el ratoncito Pérez los recoge y les deja a cambio un bonito regalo.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

 

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